2- 6 - 2019 / BARAYO-PUERTO DE VEGA

Después de unos días de calor excesivo, salimos de Oviedo con un día nublado hacia la costa occidental; en el litoral había neblina. LLegamos enseguida  a la desviación hacia la playa de Barayo, y en el aparcamiento, dejamos los coches.

La vista de la playa, con su arenal y los meandros del río Barayo antes de su desembocadura que separa los concejos de Navia y Valdés, merece realmente la pena. Clasificada como Reserva Natural Parcial, está dotada de una exuberante zona de dunas y marismas, de gran valor ecológico y paisajístico, además de un entorno poblado de matorrales, bosques, acantilados, etc. Es un sistema ecológico único, que representa un magnífico ejemplo de la vegetación de dunas y playa, con especies botánicas de enorme interés y gran variedad. A la altura de la arena de la playa y adentrándose al mar, podemos encontrar algunas cavernas denominadas Las Sántinas.  Además de ser frontera geográfica entre los dos concejos, marca también una frontera geológica entre dos tipos de sustratos: el occidental pizarroso y el oriental de cuarcita.

La senda comienza justo en el aparcamiento, muy cuidada y bien señalizada, y desde el inicio, trascurre pegada a la costa, pudiendo disfrutar de su recortada costa con sus elevados y verticales acantilados… Siempre nos sorprende la cantidad de flores silvestres que la convierten en un espectacular jardín en esta época… A pesar de que la mañana estuvo nublada, la temperatura era estupenda para caminar y disfrutar de su belleza. 

Al llegar a Puerto de Vega, oímos una habanera cantada por un ochote de Pamplona, animados con la sidra del bar Chicote (donde por cierto, había un cartel que ponía: “en esti chigre pue cantase”); y aquí mismo paramos para repostar,y seguir disfrutando del concierto espontáneo al aire libre…

Como era temprano, dimos una vuelta por el pueblo y subimos hasta la Capilla de Nuestra Señora de la Atalaya; decidimos continuar la senda naviega, hasta antes de llegar a la playa de Frexulfe, donde después de una parada en precioso acantilado, retornamos.
Aprovechamos para comer en los muros de la Capilla de La Atalaya, disfrutando de las vistas y del bocadillo. Parada en Puerto de Vega para el café, y regreso por el mismo recorrido hacia nuestros coches, con una tarde ya soleada.

Aún pudimos acercarnos a endulzarnos a la pastelería de Cabo Busto, poniendo la guinda a una excursión maravillosa.

 

El grupo Barayo Las flores y el mar
El jardín El acantilado Disfrutándolo
La ruta Capillla de la Atalaya al fondo El retorno